Los obstáculos siempre nos hace tropezar de manera imprevista y hacen peligrar los objetivos marcados…ya sabemos el dicho, “el hombre propone y Dios dispone”. Pero también es cierto que hay cosas que nos hacen más fuertes, y más conscientes de nuestras posibilidades.
Las últimas semanas previas a la Travesía de Resistencia de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, estaba fuerte, había entrenado, pero un catarro de esos eternos, que aún hoy tengo, hizo flojear mis fuerzas. Aún así una es muy cabezona, y cuando vi que el malestar se iba suavizando, y que la fiebre remitía, me animé a participar, casi como último intento, ya que llevaba varios años intentando mi participación, pero las lesiones no me habían permitido ni la posibilidad de presentarme.
Pues llegó el viernes, después de todas las dudas, hice la maleta, me subí al coche y tiré para Cala, quise irme pronto, por que llovía a cantaros en Granada, y no quería unir lluvia y noche en carretera, entre cosas por que no veo muy bien. A las 19.30 estaba en el Polideportivo, Román me había llamado un poco antes, me dijo que tardaría un poco (bastante para estar allí sin conocer a nadie). Entré y fui a recoger mi dorsal. No aparecía en la lista, “¿eres federada? No . Pues no estas en la lista, ¿estarás en la de invitados? No lo se, quizás” Efectivamente, era invitada. En este tipo de eventos los dorsales se agotan solo con la participación de los clubes, ya que es una prueba competitiva para la Copa de Travesía de Resistencia de Andalucía. Con lo cual no suelen quedar dorsales libres, y se guardan unos cuantos para autoridades, patrocinadores, etc. En ese “etc.” estaba yo, gracias a mi amigo Román, médico de la organización, pude disfrutar de esta experiencia. Recogí mi dorsal, el 166, me gustó el numero y me dio buenas sensaciones, con él una bolsa con regalos, muy interesante, pues contenía una guía del sendero de Sierra Morena, el GR-48 (para seguir andando por esos montes) una gorra con el lema Sierra Morena con un bonito diseño, y una camiseta técnica de la prueba en un amarillo fluorescente con tinta transpirable, algo curioso y bastante beneficio para los que luego las utilizamos para correr por esos campos y en otras carreras populares. Y ahora me quedé allí, con mi bolsa, con un frío que arreciaba que te dejaba congelada incluso dentro del polideportivo, y con cara de póquer, pues desgraciadamente soy muy tímida, y miraba a mí alrededor sin saber muy bien que hacer. Eso duró poco. Cecilia Marchena, un encanto de mujer, organizadora y hermana de Mariano el organizador principal y máximo motor de esta historia me buscó para presentarme a Mariano. Román me había hablado de él, era ciertamente a alguien que no debía de dejar de conocer…un mito en el deporte de montaña onubense. Con las referencias que Román me había dado de él tenía suficiente para no verlo como un desconocido. De su mano me introduje en varios grupos, en varias charlas, hasta la llegada de Román, que gracias a dios vino con la autocaravana, todo un alivio, ante la otra posibilidad que era dormir en el coche.
Cuando sonó el despertador a 3.45 de la mañana, Román y yo ya estábamos despiertos, a las 4.30 había que estar en el autobús camino a Cañaveral de León, desde donde comenzaríamos los 54.4 Km. de marcha.
Comenzamos a andar a las 5.30, con pequeño retraso, por un pequeño problema, que se solventó rápidamente. Con frontal y abrigaditos comenzamos la aventura, y desde el principio se intuyó el ritmo infernal de la prueba. En el primer avituallamiento, 3 minutos, sufrí el primer contratiempo, tirón en la ciática y me dejó medio coja, pero como no paraba de andar y no dejaba que la zona se enfriara, solo me daba arreones a veces, aunque veía las estrellas. A causa de los innumerable charcos y pequeños arroyos formados de los anteriores días de lluvia, fue inevitable terminar mojados hasta los tobillos, aunque en el desayuno muchos de nosotros hicimos uso de los calcetines de repuesto, en mi caso llevaba tres pares. El paisaje se empezó a intuir con las primeras luces del amanecer, y como era de esperar, fue espectacular…
Para mi todo fue una marcha frenética, en algunos casos una carrera, los pies comenzaron a molestarme en demasía, y a Román durante la comida no le dio tiempo a mirármelos, así que afronté los últimos 14 Km. con bajas fuerzas, dolor en la piernas izquierda por la ciática, dolor en la derecha por la sobrecarga, y dolor en los talones casi insoportable. Me planteé la posibilidad de abandonar, supongo que cualquier persona sensata lo hubiera hecho en mi caso, pero yo necesitaba acabar, no por nadie, por mí…
Íbamos en la cola, he íbamos muy retrasados, así que nos metieron bulla…nada mas llegar al último avituallamiento salió la cabeza de carrera, pero Román decidió parar de todos modos a echarle un vistazo a mis pies. Jamás había visto nada igual, no se como podía caminar con semejantes ampollas…Los coches del avituallamiento se quedaron a la espera de saber si abandonaba la prueba, pero apenas quedaban 7 Km. Había llegado hasta allí, y no pensaba abandonar, así que rápidamente Román me hizo un apaño, dejé la mochila en el coche y empezamos a correr los dos para alcanzar la cola de la marcha. Nos costó mas de un Km. a toda leche corriendo. Desde ahí hasta el final, todo fue sufrimiento, pero con la ayuda de Román y de otras gente que me iba animando, entramos todos corriendo en la meta como si no lleváramos 13 horas caminando y 54.4 Km. a nuestras espaldas.
Conclusión: El recorrido es precioso, un paisaje privilegiado… la dureza de la prueba la marca el ritmo infernal que la organización pone, y el terreno es pedregoso con lo cual la dificultad aumenta. No lo aconsejo a nadie que no tenga una buena preparación previa, en mi caso llevaba meses entrenando, y he sufrido de lo lindo, ciertamente hay cosas que no han dependido de mi preparación física, pero…Lo aconsejo hacerlo alguna vez, el ambiente es distinto a las carreras populares a cualquier otra cosa, es más una convivencia, la gente se conoce de otras historias parecidas y son también receptivos a que tu participes, son acogedores, cariñosos, amables…
La cena de gala fue el colofón a lo vivido, entrega de premios, fotos de la travesía, yo ni siquiera lograba reconocerme en alguna foto, y un buen vinito para compartir la sufrida jornada. Hasta otro año, si puede ser.